martes, 15 de noviembre de 2011

Última semana


Todos los años veíamos al cuarto medio salir; siempre un power point que hacía reír y llorar de nostalgia a alumnos y profesores; una convivencia; reuniones a puertas cerradas con el (o la) director(a). Cada año la cercanía con cada generación se iba haciendo más corta, hasta que finalmente llegó el momento.
Ayer lunes fue todo muy emocionante. Llegamos todos impecables en la mañana, y apenas tocaron la campana bajamos a nuestra última formación. El único problema fue que todavía no llegábamos a la cancha cuando nos dijeron “no hay formación”. Nos quedamos con la boca abierta: nosotros, los muy ñoñitos, deseábamos disfrutar nuestro último acto cívico, y nos lo quitaron. Pero bueno, fue a cambio de tener un tiempo espiritual más largo, en el cual nos dijeron muchas cosas hermosas, recibimos muchos abrazos y algunos derramamos un par de lágrimas. Las palabras que nunca voy a olvidar son “los voy a extrañar mucho con tanto cariño”; a ver si se acuerdan.
Hoy tuvimos un hermoso desayuno con los profesores, organizado por ellos mismos. Este sí fue el día para emocionarse. Ayer no quería llorar (hay que reservar agüita para el viernes): no hablé simplemente porque sabía que el llanto sería tal que no me permitiría terminar bien una oración, pero hoy día había alguien detrás de mí amenazando con golpearme a cada momento si no hablaba. Así que lo hice: hablé. Como pudieron ver, de todas maneras me resultó bastante difícil desde el primer momento. El amor que siento por el colegio no es simplemente por mis compañeros y amigos, o por los niños más pequeños. Hay personas en este lugar que son demasiado maravillosas, y que han marcado mi vida en diferentes etapas. Como mencioné hoy, la tía María Elsa fue alguien muy importante cuando era más pequeña, y estaba atravesando por un momento tan difícil como es la separación de tus padres. Ahora doy gracias a Dios porque tengo el privilegio de verlos de nuevo juntos; pero lo que esa profesora de básica hizo en mí realmente me marcó. Hoy me sigue impactando la cantidad de tiempo que ocupa en hablar largos ratos con sus alumnos, de manera individual. Destaco esa dedicación y preocupación por sus cursos.
Y bueno, mencioné  a otras dos personas: el profe Mati y la Miss Miriam. Yo creo que si juntásemos todo lo que les he contado, se podría construir un increíble perfil sicológico de mi persona; o quizás incluso un libro de crónicas. Los dos conocen mis secretos más profundos; esas cosas que sabes tú, Dios y tu perro, para que se hagan una idea. Gracias por acompañarme en los difíciles procesos que he atravesado, por los buenos consejos y todos los momentos en los que me animaron a seguir; o cuando me tiraron las orejas por alguna embarrada (jejeje), todo se agradece. Gracias por sus corazones siempre dispuestos a servir al otro, y por la amistad y confianza que me han brindado.
Cursillo amado, ahora sí que queda el último impulso para terminar. Luego del viernes, que supongo estaré más inspirada, escribiré algo para cada uno. Los quiero.

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