domingo, 25 de septiembre de 2011

Tapados hasta las orejas

Ahh… Fue tan bueno perder clases el viernes… El ensayo no fue nada agradable, porque ya lo habíamos hecho, el día anterior me había acostado tarde y no había tomado desayuno. Las mejores condiciones para rendir un ensayo de PSU. Pero lo bueno fue que después tuvimos bastante tiempo libre para hacer absolutamente nada, y al fin pude hacer cosas que tenía pendientes como de una semana. Lo que me dio más lata fue haber perdido música por física, pero bueno; ya sabíamos que en este país no se valora ninguna clase de arte.
El sábado hube de levantarme temprano para ir al preu, lo cual me dio demasiada lata (pero igual lo hice). Cuando llegué a mi casa me llevé una grata sorpresa, al descubrir que de almuerzo habían comprado sushi. La Fran estaba en mi casa desde la noche anterior, y reemplazó mi lugar de hija mientras yo no estaba. Comimos con calma y mi papá nos fue a dejar a la casa del Maxi, para luego dirigirnos en grupo a la Iglesia de niños. Estuvimos toda la tarde corriendo, jugando a las más diversas clases de pinta que una mente humana puede crear.
Después fui con algunos de mis más amigos a ver la ópera Carmen que se presentaba en el Chimkowe. El alcalde estaba saludando personalmente a cada persona que atravesaba las puertas del recinto; y yo no le había creído al Camilo cuando me dijo por teléfono “…luego de darle la mano al alcalde…”. Sentí que le faltó algo a la ópera: una chispa, más fuerza en la orquesta, en los bailarines. Pero lo que más extrañé fueron los platillos en la obertura. Había sólo un triángulo que no paraba de sonar.
Esta parte, hasta el almuerzo de hoy, fue bastante positiva. Pero luego llegaron las preocupaciones: el poner los pies en la tierra y darse cuenta que uno está lleno hasta más no poder de tareas, trabajos, etc. No es una queja; estoy relatando mi complicada situación (la misma que atraviesa gran parte del curso, si es que no todo), y aprovecho de descargarme porque mi semana rebosa de responsabilidades. Para mañana hay que hacer una hermosa presentación de inglés, la cual aún no termino: debo terminar de escribir los diálogos y traducirlos al inglés. Más encima hay que “debatir” sobre la TV chilena. Puaj. El martes disertación de química (la cual, por supuesto, aún no comienzo); miércoles prueba de matemáticas si no me equivoco: prueba de historia; el jueves prueba de física (aún no sé cómo definir el magnetismo) y la prueba de Fuenteovejuna, que no tengo ni idea de cuándo es.
Mañana será otro día, si es que logro sobrevivir a esta noche. 

martes, 20 de septiembre de 2011

Septiembre y la cercanía del Fin

Qué agradable fue este fin de semana. Me encantó no ir a clases ni lunes ni martes, para simplemente hacer NADA.
Todos los días tuve algún panorama, y aunque me hubiese gustado hacer más, la pasé bien. El sábado fui a las fondas en el colegio, donde hubo algunas presentaciones de plantíos que estuvieron muy graciosas, y otras bastante profundas. El domingo, luego de la iglesia, fui con mis padres y me hermana a un asado con la familia. Qué manera de comer, terrible. Pura chicha, carne y deliciosas ensaladas aliñadas con un montón de limón, como a mí me gustan. Mi abuela estuvo todo el día sábado cocinando, de lo cual resultaron 101 empanadas. Increíble. El lunes, otro asado. Más carne aún, pero la verdad fue bastante aburrido: mis primas puro que fuman, y mis ojos ya irritados por la primavera no soportan el humo del cigarro. Lo único entretenido que hice fue jugar con mis gemelos pelados, que todavía no cumplen los dos años. Y hoy no hice mucho; aunque disfruté el levantarme tarde y tomar desayuno a las 12. Ejercité con las guías del preu que no tenía hechas y dormí una pequeña siestecilla luego del almuerzo, en el sillón más irresistible que puedan imaginar.
Y mañana de vuelta a clases. Lo más terrible es que quizás me hagan el test de Naveta que no he hecho; y que tampoco tengo ganas de hacer.
Pero una de las cosas que más pienso con respecto a esta vuelta a clases, es el poco tiempo que nos queda. ¿Cuánto será, como un mes y medio? Seis o siete semanas que entre retiro, alianzas y quién sabe qué más; se nos van a hacer realmente nada. Sé que he hablado bastante del tema, pero no puedo evitar pensar en eso gran parte de mi tiempo. Por otra parte, pienso en todas las cosas que podré hacer una vez hayamos salido del colegio, en noviembre. Podré juntarme con mis amigos a comer palos (a ver si algún día lo logramos); ver muchas películas que tengo pendientes; leer libros que nunca terminé,que nunca empecé o que olvidé por completo; ver otra vez a ex compañeras que viven muy cerca y con  las cuales no hablo hace mil años; sacar la licencia de conducir; entre otras muchas cosas.
Últimamente siento que vivo en un mundo de irrealidades. A veces me pregunto si ciertas cosas que pasan realmente están pasando, o estoy en alguna clase de extraño sueño del que no despierto. ¿Nunca les ha pasado? Lo malo es que no es una situación puntual: son varias cosas que me hacen dudar sobre la veracidad de la dimensión en la que me encuentro. No deseo “irme en la volá” con este tema; pero deseaba compartir la extraña sensación que a veces me embarga.
Saludos desde el más acá,
                                         Mani.

domingo, 11 de septiembre de 2011

La última cueca

Ya pasó. Nuestras últimas fiestas patrias en el colegio ya acabaron. El sentimentalismo no me vino sino hasta el último momento, cuando estaba próxima a salir para nuestra cueca final. El Pedro, que bailaba conmigo, me dijo algo como “Uuy, nuestra última cueca”. Creo que realmente no había caído en la cuenta de lo que eso significaba hasta que él lo dijo. La última cueca. Los últimos metros que nos quedan por recorrer en este camino que llaman colegio. Tuve que aguantarme la emoción y sonreír, sonreír con el orgullo de ser parte del cuarto medio: el curso que se va. Realmente no deseaba que terminara ese momento. El baile se me hizo tan corto… En un pestañeo estábamos de pie frente al público, escuchando los aplausos de tantos padres probablemente ajenos a lo que eso significaba. Hay momentos que deberían ser eternos; y este acto debió serlo, al menos para mí.
Muchos pueden decir que es un alivio que ya haya pasado; qué bueno que ya no vamos a escuchar los ensayos de música ni cueca todo el día, etc. Pero yo creo otra cosa. De hecho por una parte no quería que fuese el día sábado, porque no quería que quedara en el pasado; no quería decir “ya fue…”. Sabía que luego de eso no quedaría nada; que de ahora en adelante el tiempo pasará más rápido que nunca; y que sin darnos cuenta estaremos graduados. Ya no seremos más escolares; no usaremos uniforme ni bailaremos folclor en cada septiembre, a menos que queramos.
Es irónico: fue mi último acto y la primera vez que mis padres no asistieron (tenían el matrimonio de una amiga muy querida). Mi abuelo iba a verme con mis primas, pero llegaron cuando ya había terminado. Qué triste. Mi prima estaba demasiado impresionada porque fuésemos tan pocos cuando le dije “Ése es mi curso”.
Terminé agotadísima por bailar tanto. Bailé con el Matus, el Álvaro, el Ale, el tío Rodolfo, el Adrián e incluso el profe Víctor. Estaba cansada, pero hubiese seguido si otras personas que no quisieron bailar lo hubiesen hecho.
Salió todo demasiado, pero demasiado bien. Me sentía triste, por la mezcla de sentimientos que se enredaban en mi interior; pero al mismo tiempo sentí un gozo y una emoción indescriptibles, porque todo parecía un programa de verdad. Me encantó. GRANDE TÍO LUIS, el genio detrás de cada presentación!
Pero la vida no acaba en el colegio: no señores. Hoy día fue un día genial también. Para empezar, hoy estuve en la mejor alabanza con los niños que haya experimentado. ¿Cómo definirlo? Poderoso queda corto. Y para rematar esto, lo que pasó después de la prédica del pastor fue… uf… Dios es Maravilloso, no hay palabras que puedan expresar cuánto amor tiene por cada uno de nosotros... ¡Gracias mi Señor!
Y para terminar, puse en práctica mi mayoría de edad. Sí, yo soy la famosa mencionada por mi estimado, a la que le pidieron el carnet. Fue bastante gracioso, debo decirlo.
Creo que ha sido uno de los mejores fines de semana de mi vida.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Vértice, cine y quién sabe qué más


Tengo un notebook nuevo; y me acabo de dar cuenta que no tiene la fuente que me gusta: Kristen ITC. Así que tuve que escribir con esta extraña letra llamada Corbel. No es tan mala, después de todo.

Me sigue impresionando lo rápido que pasa el tiempo. Más encima, parece que todo el mundo se ha puesto de acuerdo para recordarnos que nos quedan como dos meses de clases. No me explico de dónde van a sacar tantas notas para rellenar el libro, si queda tan poco tiempo, al menos para el cuarto medio. A propósito de nada, le he recordado a todo el mundo que hay que hacer el cuestionario de biología para mañana, y yo todavía no lo hago. Qué terrible.

Esta semana pasaron hartas cosas: una conversación importante, un vértice, tres controles en el preu, un regalo de cumpleaños atrasado, una película en el cine.

Respecto al Vértice, sólo puedo decir que los que no fueron se perdieron de una de las mejores prédicas que he escuchado de Claudio Franzani. Fue realmente increíble. Y las canciones de Daniel Soto… Uf.

Con los controles del preu no puedo opinar nada aún, porque sólo me dieron los resultados de uno.

El regalito de cumpleaños es el objeto en el cual ahora escribo, y que hace tanto tiempo deseaba. Gracias Señor porque mis padres pueden darme uno.

Y por supuesto, cómo olvidarla: la película. Moría de ganas por verla; pasaban el tráiler a cada rato en el metro, y desde que había visto la propaganda por primera vez, sólo pensaba en su estreno: El Planeta de los Simios (R)Evolución. No puedo decir que sea una obra maestra, pero me pareció bastante buena. Supongo que James Franco aporta en buena parte al éxito de la película. Además, para verla estuvimos como una hora acampando afuera de la sala, con mucha otra gente ansiosa por entrar; alimentándonos de tecito y comida para pollos.

Eso fue ayer, día de hacer nada. Preu en la mañana, llegué a mi casa casi a las tres y luego de almorzar no hice absolutamente nada; ni antes ni después del cine. Qué pérdida de tiempo.

No puedo creer que haya escrito tanto y no alcancen a ser cuatrocientas palabras. Esto de escribir cada semana en el blog se me hace cada vez más complicado: no sé ya de dónde sacar inspiración. ¿La habré perdido bajo mi cama? ¿Se me habrá quedado en algún lugar a los que fui de vacaciones? ¿Se la habrá robado la perra que se escapó de mi casa hace en el verano, o la Shakira, la gatita negra que desapareció mientras no estábamos?

Quien sea que se la haya robado, no importa; porque el número 4-5-0 tiene un dulce sabor cuando aparece en pantalla.