Volvemos a estar como antes. Desde que entré a clases este segundo semestre (casi dos semanas tarde), no nos habían dado casi nada. Un par de tareas locas por ahí, unos cuantos trabajillos. No sabía qué hacer porque sentía que no tenía nada pendiente (lo cual así como verdad, verdad, no era); hasta esta semana… Sigo pensando que los profesores se ponen de acuerdo para ponernos todas las pruebas juntas: inglés, química, biología electivo, lenguaje PSU, la prueba del libro… Y no me extrañaría que apareciera por ahí una prueba de Historia o Matemáticas. Así que supongo que esta semana dormiré poco y estudiaré a las horas más extrañas, como suelo hacerlo: cuatro, tres y cinco de la madrugada.
Cuando era más chica me era tan fácil madrugar: podía acostarme a las doce, despertarme a las cuatro y trabajar sin parar hasta levantarme para ir al colegio. Claro, tiene sus consecuencias; pero es muy útil para la gente que deja todo para última hora, como yo.
Y hablando de estrés, ayer fue un día para relajarse y respirar algo de aire puro. Algunos del Grupo Impacto (digo algunos porque faltaba gente) subieron al cerro Mahuida, a pesar de la lluvia, granizo y posterior sol que les tocó. Eso sin hablar del pastoso barro con el cual estaban embetunados hasta las rodillas, en la cara, y algunos que llevaron ropa blanca, en todo el polerón.
El problema es que mi amigo Álvaro y yo teníamos preu ese día; y ya que nuestros respectivos padres no nos dejaron faltar a aquél templo de sabiduría, recién como a las dos de la tarde llegamos al cerro. Subimos por la callecita que nos indicaron los de la entrada. Caminamos lo que nos pareció un camino largo y un poco vertical, lleno de sospechosas bifurcaciones que parecían querer hacernos perder el rumbo. Llegamos a una especie de plazoleta, donde había una pequeña caseta verde con forma de quiosco; y un hombre canoso pero para nada viejo salió a recibirnos. Nos indicó el camino que habían tomado nuestros camaradas; y para allá fuimos con gran ánimo de encontrarlos. Apenas habíamos andado un par de pasos y nos aburrimos del barro. Era tanto y tan pegajoso, que se pegaba a nuestros pies, formando una especie de suela que nos dificultaba el levantar los pies. Nos limpiábamos en cada roca grande que hallábamos a nuestro paso, aunque era inútil: ni bien habíamos andado un par de metros, y ya nuestros pies volvían a ser pesados.
Esperamos a los demás, que nos dijeron que ya bajaban, sentados en una roca. Allí comimos, cantamos y saltamos; deseando que fuese verano para dormir en el pasto.
Más tarde llegaron los demás, sucios y cansadísimos; y el resto de la tarde se pasó rápido.
Fue una buena aventura.
PD: Happy b-day, niño.