lunes, 24 de octubre de 2011

El Regreso

Sí, lo sé. Me dejé estar y he sido tremendamente irresponsable: no he escrito como en un mes en este mi precioso blog. Así que heme aquí nuevamente, más estresada que nunca y con ganas de terminar todo lo que signifique NOTAS. Pensaba escribir ayer, pero estaba demasiado cansada para hacerlo; y de hecho no sé cómo logré sobrevivir hasta las 1AM.
Salí de mi casa el sábado muy temprano para dirigirme al preuniversitario, muerta de sueño. Cabeceé durante toda la clase de física, y en un momento en que mis bellos ojillos quisieron descansar, la profe, con su particular tono de voz que me hace mucha gracia, gritó “¡Mora, despierte!”. Era el colmo. Podía resignarme a no resistir biología; a lo más química un día que estuviese muy cansada, pero quedarme dormida en la clase con una de las profesoras más graciosas del mundo era imposible de creer. Decidí que era hora de tomar una decisión y cortar por lo sano (o en este caso, dejar lo sano).
Antes de continuar, contextualizaré a aquellos que no se han enterado de mi desgracia. Hace aproximadamente un mes, una señora loca a la que apodan “nutricionista”, me puso a dieta debido a que los exámenes de sangre arrojaron que mi insulina estaba por los cielos. El terrible suplicio consiste en no comer aquellos alimentos que aportan principalmente hidratos de carbono (papas, puré, arroz, fideos y todas esas cosas que no pueden faltar en una comida normal), nada que contenga azúcar, nada que no sea diet o light, frutos secos y muchas otras cosas deliciosas y fundamentales para la vida de cualquier adolescente.
Bueno, como iba contando, decidí que esa situación no podía continuar; ya estaba aburrida de quedarme dormida en cada clase del preu a la que asistía. Lo de física fue la gota que rebalsó el vaso, porque ya mi profe de química me había dicho que tomara vitaminas.
Inmediatamente relacioné mi cansancio con la dieta, y decidí comer azúcar para activarme. Dicho y hecho, me dirigí al kiosco y compré un delicioso mocachino y un alfajor bon o bon de tres capas. Ñami.
Santo remedio. No cabeceé en ninguna de las clases siguientes.
Aparte del episodio de la dieta, tuve un fin de semana intenso con mis amigos Álvaro y Maxi en el retiro de niños de la Iglesia; aunque nos vimos como tres veces a la rápida, cruzándonos en un pasillo o cosas por el estilo. El retiro estuvo muy bueno, y bastante diferente, a decir verdad: nunca había ido a un retiro del ministerio de niños. No me molesta que niños de incluso trece años me digan “tía”. Jugué fútbol, busqué gusanos en la tierra y conversé con dos niñas arriba de un árbol.
Y qué decir de los tiempos con Dios; es demasiado genial cuando son voces infantiles las que alaban.
PD: Comienza la cuenta regresiva. Un mes y contando…

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